sábado, 11 de diciembre de 2010

Aforismos

Dame una nube y moveré la Tierra.

sábado, 29 de mayo de 2010

HAMBRE DE LIBRO - Y FINAL - El CAPELLAN Y EL AMOR. EL CUADERNO HEBREO. TODO SE RESUELVE. MISTERIOS DE TOLEDO.

                              Pero al igual que en la sabia naturaleza crece el vegetal de la virtud, también florece la diabólica planta del pecado. En este caso, el lado opuesto a la inocente Constanza estaba representado por el capellán, un sanguíneo presbítero amante de la buena mesa y del vino. Este hombre lujurioso llevaba con desenvoltura su ministerio entre las monjas, como lobo disfrazado que pasea su nervioso cuidado entre un rebaño de corderos.
                             El capellán se había fijado en la bella Constanza; pero el sistema de seducción que utilizaba como señuelo, la conversación espiritual en el sacramental y romántico patio del convento - que olía a flores regadas por el amor de las hermanas-, con el latido de la fuente recreando las historias de santas con las que el maligno cazador pretendía entrelazar a la doncella con el lazo de la duda. Todas aquellas estratagemas no habían tenido éxito en este caso; el confesionario, que suele ser lugar propicio para que germine la destemplanza, tampoco dio ninguna clase de resultado al Capellán.
                              Las adversidades solo sirvieron para alimentar la lujuria que moraba en el interior del presbítero.
                               Como buen cazador, el Capellán apreciaba más que ninguna otra las piezas de cobranza difícil y Sor Constanza era, entre las monjitas, la única que había escapado a sus tendidas redes.
                                El mal Capellán no pasó los días inactivo, apretado más que nunca por las ansias del corazón. Preparó un plan infalible... La seducción dejaba paso a la estrategia procaz; el método amoroso, al pavoroso y traidor engaño. pero el vate había leído a los clásicos griegos y ellos estaban de su parte.
                                Hacía tiempo venía observando las costumbre se la buena monja. No se le había pasado por alto la devoción que Sor Constanza manifestaba por la estatua barbada. Sabía, además, que la hermana, los días de sofocante calor, aprovechaba el frescor de la capilla para quedarse a los pies de su querido santo. Una de las noches, el Capellán, más decidido que nunca, bajó a la capilla y se disfrazó con un viejo sayal, una espesa barba y un bastón a la manera de San Bartolomé. A continuación, quitó de su peana, con gran esfuerzo, la imagen y se dispuso a aguardar entre las sombras la llegada de la hermana.
                                   Como suele suceder, la fortuna toma partido por el malvado y Constanza apareció aquella noche. El  Capellán al escuchar su llegada se colocó en el lugar del santo esperando que las sombras envolventes lograran disimular sus ojos redondos como los de un pescado y la blandura de sus labios que nada tenían que ver con las viriles angulosidades del estatuario santo.
                                     La recatada monja, sin apercibirse del cambio y como era su costumbre, se arrodilló y amorosamente recitó una plegaria compuesta por ella a la gloria del santo.
               " San Bartolomé que en la tierra has estado
                  y entre los mortales a Cristo anunciado,
                  ruega por nosotros que en el mundo existimos
                  y por Constanza, tu sierva, que el amor ofrecimos.
                  Por tu pasión y por tu verbo amado
                  te quitaron la piel del cuerpo sonrosado.
                  Perdona al malvado y perdónanos amado
                  a quien con la fe y contricción esto te  ha
                  rezado."
                               En esta actitud permaneció Constanza hasta que pasado un buen rato se persignó dispuesta a abandonar la capilla. Entonces, desde la figura del falso Bartolomé y desde aquella barba espesa surgió una voz opaca:
- No abandones todavía, fidelísima Constanza, este noble lugar de oración. Hace ya mucho tiempo que asistimos a tu devoción y es para nosotros motivo de alegría el brillo de tus virtudes que resplandecen en el cielo como luminarias brillantísimas...
                             Constanza aterrada al escuchar aquella voz sepulcral estuvo a punto de salir corriendo; pero pudo más en ella el sentimiento cristiano de ver en el milagro una de las manifestaciones singulares de la santidad que cualquier otra consideración, así que cayó postrada al suelo rezando todas las jaculatorias que llegaban a su cabeza.
- No has de tener cuidado de nos - continuó el taimado fraile dispuesto a sosegar a la paloma -, noble y hermosa Constanza que eres gratísima a los ojos del que todo lo puede y a sus santos y a sus confesores. Hasta nuestro corazón han llegado las dulcísimas plegarias que con tanta profusión has pronunciado. Nos , queriendo dar pruebas de nuestro afectísimo y dilecto amor hemos querido trocar para ti la frialdad de la representación de esta estatua por el cuerpo de carne y hueso que fue hecho para mayor gloria del señor Dios de los cielos y de la tierra.
                        Constanza pudo comprobar , entonces, que el San Bartolomé dejaba su bastón a un lado y, con cierto esfuerzo, bajaba del pedestal y se ponía junto a ella hablándola con palabras que parecían más el lenguaje del amor que el lenguaje de los santos del cielo.
                         Pasaron las noches y los felices encuentros se sucedieron en el himeneo de la capilla consagrada.
                        Constanza, suponiendo que todo aquello era designio divino, se entregaba sin reservas a los impulsos del sacrílego Capellán que ya no escondía sus apetencias terrenales ni de palabra, ni de obra.
                        La escena se repetía noche tras noche, Constanza bajaba a la capilla, recitaba su plegaria y san Bartolomé tomando vida terrena se apeaba del basamento y se reunía con la joven.
                        En una de las ocasiones y cuando el Capellán iba a descender de su sitial se le enredó la sandalia, tropezó y se vino al suelo con palo y todo. Con el golpe, la barba postiza salió volando y se fue a caer en el regazo de Constanza que al instante comprendió el engaño...
                      Lo que pasó luego es fácil de imaginar, el falso san Bartolomé corriendo como un alma en pena y los gritos y lloros de la monja que hicieron levantar a todo el convento en plena noche. El asunto llegó a manos del obispo que, cansado de las tropelía del Capellán. decidió castigarlo de manera ejemplar y lo puso en manos del Santo Oficio.
                      El Capellán fue acusado de toda clase de sacrilegios, de apostasía y de culto al diablo. El juez del tribunal, que solía tener un gusto especial en materia de condenas, inventó para el falsario un castigo terrible y ya que el acusado había querido tomar la forma del santo en vida, era justo que también lo imitara en su muerte: Así que la condena consistió en ser desollado vivo.
                     La sentencia se puso en práctica y la piel del Capellán fue extraída del sonrosado cuerpo y extendida en un bastidor y, como si se tratara de una pintura, se colocó a la entrada del convento.
                       Fue un de las cosas admirables que vieron las gentes por aquellos días.
                        La propia Constanza, algún tiempo más tarde, con la piel del capellán sacrílego, confeccionó y encuadernó un precioso cantoral que se guardó en el convento...
                    -  El profesor interrumpió un momento su narración mientras se levantaba y abría las ventanas para que penetrara un poco del fresco de la noche. Luego volvió a sentarse y continuó su relato-.
                       El cuaderno hebreo explica  pocos detalles de lo que ocurrió posteriormente. Al parecer, se sucedieron las desapariciones inexplicables de monjas, como si una maldición hubiera caído sobre el convento. Supongo que la abadía y sus pertenencias fueron vendidas con el tiempo. Desde entonces el libro encuadernado con la piel del sacrílego perteneció a muchas personas y sobre el cantoral empezaron a circular muchas leyendas. La más común de todas ellas era que allí donde se encontrase el libro maldito ocurrían extrañas desapariciones de personas y, lo más importante, con cada desaparición quedaba escrita una nueva página. Una página escrita en un lenguaje singular que nadie era capaz de entender ni de interpretar. Por fin, después de mucho rodar por el mundo el libro fue a caer en las manos del judío escondido que entendía de ciencias ocultas y estaba iniciado en la antigua ciencia de Trimesgistos; el mismo judío que escribió el diario que yo encontré metido en el forro del cofre.
                         El judío, al parecer, conocía las diabólicas costumbres del santoral de piel humana y prohibió a toda su familia que entrara en la habitación donde se guardaba. Pero, como ocurre a menudo, a pesar de las serias advertencias, o por culpa de ellas, su joven hija, desapareció una buena mañana. El anticuario, temiendo lo peor, corrió a la habitación cerrada y allí pudo ver con desesperación que la boca cerrada del santoral colgaba, como una especie de lengua, un trozo del vestido de su hija y comprobó que una nueva página había sido escrita...
                            Esta es la historia del libro antropófago que, en resumidas cuentas, coincide de extraña manera con lo que contó Basilisa en el mismo lugar donde se desarrollaron estos acontecimientos. Nadie ha podido saber nada de esto, pues salvo yo nadie ha leído el diario del anticuario.
                          Celestino y el profesor se quedaron callados, sumidos en el espeso silencio que rodea la latitud de los misterios. Mientras, por los grandes ventanales de la habitación del hotel, se iba haciendo de día.
                          Toledo como una joya resplandeciente se iba iluminando, como si un viejo farero fuera encendiendo una a una las luces de la mañana. Algunos gallos de las alquerías de las inmediaciones comenzaron a cantar







                               

martes, 4 de mayo de 2010

HAMBRE DE LIBRO -PARTE 6 Y PENULTIMA-PROFECÍA DE BASILISA EN VIAS DE CUMPLIMIENTO. CONSTANZA LA BELLA MONJA Y LA ESTATUA DE SAN BARTOLOME MARTIL.

                         " La casa donde Basilisa habló de ese extraño libro pertenecía a una importante familia toledana. Los últimos descendientes se habían comido, como se suele decir, todo el dinero y propiedades que habían heredado. Lo único que les quedaba era una vieja casa abandonada que nadie había querido habitar. Parece ser que algo extraño había sucedido, algo que con el transcurrir del tiempo se había convertido en un rastro mínimo, un recuerdo inconcreto.
Yo conocía al último propietario y como sabía de mi interés por las antigüedades me había llamado para que le asesorara sobre el valor que podía tener el contenido de la casa. Un día llegó con las llaves y me las dejó para que pudiera realizar, a mi comodidad, la pertinente inspección.
No quiero resultar exagerado, pero en aquella casa nadie había entrado en los últimos cien años. No tenía electricidad y todo estaba cubierto por una espesa capa de polvo y de telarañas, la humedad se había encargado de destruir   allí donde había llegado.
Sólo una habitación, entre todas, parecía encontrarse en un estado menos lamentable. Se trataba de lo que parecía un gabinete de trabajo cuyo mobiliario consistía en unas estanterías, alguna lámpara, sillas, una mesa de trabajo y un imponente armario de tres cuerpos lleno de legajos.
En general, nada de lo que había podido ver por allí era muy valioso. Tal vez algún mueble, algún cuadro de paisajes ingleses y una hermosa vajilla fileteada en oro era lo poco que podría proporcionar algún dinero al propietario.
Como es natural, centré mis pesquisas en aquella habitación de trabajo, en los libros que contenía y en los papeles. Los libros eran de materia jurídica encuadernados en pasta española, nada interesante para los coleccionistas, los papeles y legajos estaban relacionados con la profesión de notario que había tenido su último morador.
Como nada había que atrajera mi atención y habiendo llegado a una conclusión  sobre lo que podían valer lo que había visto, estaba ya dispuesto a marcharme cuando tropecé con una arqueta arrumbada en una esquina resguardada de la luz que penetraba entre las venecianas de una ventana.
El cofre era una pieza de mayor antigüedad que el resto de enseres.
Abrí su carcomida tapa y al principio me pareció que estaba vacío; pero su fondo estaba forrado por una tela suave como la seda. Al pasar mi mano rastreando el fondo noté que había algo, que por el tacto parecía un libro. Lo saqué de su escondite. Abrí la ventana para que entrara más luz; pero no era un libro como yo había supuesto, si no un cuaderno forrado en una especie de crudo tejido de arpillera. El cuaderno estaba escrito en hebreo y tenía una cifra en números romanos en su primera página, 1719.
No tengo que decir que aquel descubrimiento me entusiasmó.
Cuando volví a ver al propietario del inmueble le entregué mi peritación y cuando me preguntó por el importe del trabajo yo le contesté que no me debía nada, que, en realidad, no había supuesto demasiado trabajo. Como él insistió y como yo seguía en mis trece de no cobrarle, el hombre acabó por decirme que eligiera algo de lo que hubiera visto en la casa y me lo quedara. Así fue como llegué a poseer el manuscrito hebreo.
El cuaderno resultó ser una especie de diario de un criptojudío. El valor, histórico, era enorme porque permitía conocer cómo era la vida de uno de un convertido al cristianismo seguían de forma oculta con sus antiguas tradiciones y creencias, a pesar de la terrible mirada escrutadora de la Santa Inquisición.
El diario estaba escrito por un tal Gonzalo Toledado. Muchas de sus páginas las dedicaba a apuntar transacciones comerciales, listas de acreedores y noticias dispersas sobre su familia e intereses. Más que un dietario puede decirse que el manuscrito era una especie de agenda comercial, un comprador de joyas, cuadros y muebles que luego revendía en almoneda.
Sólo en la parte final y a partir de la frase -hoy han traído el libro- el cuaderno cambiaba dramáticamente de tono y cobraba interés. La propia letra se hacía distinta y hasta las expresiones se alternaban entre el castellano, el latín y el hebreo.
En estas últimas páginas se contaba una pavorosa historia que intentaré resumir.

A principios del siglo XVII muchas santas y virtuosas mujeres decidían entregarse a una vida de oración, apartándose para ello del mundo, encerradas bajo el yugo de una regla conventual. De esta forma, una dama cuyo esposo había muerto dejándola una estimable herencia, llevada por su espíritu cristiano había decidido 
fundar   un convento para lo que solicitó las licencias y permisos eclesiásticos eligiendo la regla de San Porfirio, anacoreta de las olvidadas regiones del Asia menor.
La aristocrática dama tenia una gran casa que después de una reforma arquitectónica servía para los santos fines que se había propuesto.
Algunos años más tarde el convento estaba perfectamente organizado bajo la batuta de la enérgica viuda y no menos de cincuenta mujeres hacía vida retirada, entregada a los bienes de la religión.
Constanza era una joven hermana de una hermosura extraordinaria. Una hermosura que extrañaba la propia condición conventual, a la que parece corresponder más bien un modelo de belleza interna que de belleza externa. La joven, llevada por un impulso irresistible, ofrecía la flor de sus mejores días para ser consumida, como una vela, por la oración y la práctica de las virtudes teologales.
Nadie conocía, en verdad, los motivos de su voluntario encierro, se hablaba de una triste historia de amor cuyo protagonista, un joven a quien la doncella amaba con un amor primitivo, con un amor desordenado, con un amor medieval, había perecido por " mano violenta" en  aquellos tiemposde tanto desasosiego...Pues como dicen los proverbios antiguos " el que pierde el amor pierde toda esperanza".
La hermana Constanza sentía mucha devoción por el santo al que el convento tenía por patrono, San Bartolomé,n santo de vida ejemplar y piadosa que había sido crucificado, ahogado, o decapitado, según diferentes versiones, después de haber evangelizado las lejanas tierras de Armenia, Mesopotamia y Arabia.
Como la tradición indicaba que el martirio podía haber consistido en el desollamiento, San Bartolomé era el patrón de curtidores, encuadernadores, guanteros y sastres.
San Bartolomé tenía una estatua de tamaño natural en la capilla del convento. Una estatua de aspecto realista donde se mostraba al evangelizador en actitud viajera, haciendo como que caminaba sobre sus piernas robustas y llevando un hermoso palo de peregrino en la mano. Una gran barba negra daba impresión a un rostro de fuertes facciones con las que el artista escultor había querido significar la dura vida del varón ilustre.
Sor Constanza tenía mucha devoción por el santo y sobre todo por la imagen del santo.
¿Tal vez, en su interior ocurría un fenómeno de fusión espiritual ? Fusión entre la imagen tan querida del amante muerto y la del piadoso pastor de almas que había ofrecido su vida para alcanzar el premio de la evangélica palma del martirio... Pero quién puede atreverse a juzgar cuál de aquellas dos imágenes podía más en el corazón de la bella, inclinada ahora para el rezo a los pies de la estatua, mientras las monjas y novicias otras se entregaban a pudorosos juegos en el patio del convento.

jueves, 15 de abril de 2010

EL MUSEO DEL PRADO ABRE SUS PUERTAS -POLÍTICA DE COMPRAS-Es un relato de JOSE CARLON

EL MUSEO DEL PRADO ABRE SUS PUERTAS


No era avaricia, ni pretensión de hacerse rico; pero dos opiniones coincidentes ¿no es la unanimidad que requiere la realidad¿
Francisco Expósito es invidente por culpa de un glaucoma que tuvo de pequeño. El no suele decir el lugar de nacimiento, por la cosa del célebre ripio de Icaza, pero es de Granada. Hace ya muchos años que se vino a Madrid, estudió lo que se suele estudiar en los colegios para ciegos y, con el tiempo, se puso a vender el cupón; pero no le fue bien, algo le ocurrió para no poder seguir con el trabajo, alegó en el tribunal médico “demencia percusiva”. Consiguió, al final, que le dieran una minusvalía y ahora, como tantas otras gentes azotadas por el destino, malvive en un piso del “ivima” en un barrio perdido de la perdida periferia de Madrid.
También un día se tiró al metro, no está claro si por accidente o por premeditación: es la única vez que paco expósito ha salido en los periódicos.
Para paco dos opiniones sirven como una certeza. Y tres opiniones coincidentes se convierten en una verdad universal.
Un día de hace unos años Francisco fue a su ciudad natal a visitar a su familia. Fue su hermana la que señalando un bulto informe que se encontraba en un trastero de la casa de la madre, que allí estorbaba, le dijo.
- Paco, si quieres esto te lo puedes llevar.
- Y qué es –preguntó –
- Creo que son cuadros muy buenos – lo dijo por decir algo, por animar -
Paco no recuerda exactamente si la expresión de su hermana fue así, si dijo cuadros o si dijo algo parecido, y a esta hora de la mañana tomando café, mientras fuera del bar está lloviendo, tampoco va a hacer ningún esfuerzo para recordar. De lo que está completamente seguro es que dijo que eran valiosos.
El paquete informe estaba compuesto por una cartones con pinturas de artistas célebres que paco fue poniendo por su casa, no tanto para su amena contemplación, que no era el caso, sino para las visitas.
Un amigo suyo, en una ocasión, al que le llamaban “buena paga “–era el afortunado poseedor de una pensión de gran invalidez- le comentó.
- Me gusta mucho el cuadro de las gallinas y el de los caballeros con armaduras, por qué no me los das.
Paco no se los dio porque eran muy valiosos. Entonces tuvo la segunda opinión porque el interés de “buena paga“así lo demostraba, por lo tanto y por las leyes de la naturaleza de las cosas, aquellos cuadros que tenía valían mucho.

Un día decidió venderlos. No es que paco supiera mucho del mercado artístico; pero en cierta ocasión había escuchado en un programa de radio que en una subasta un cuadro –seguramente como los que él tenía – había sido vendido por cien millones de pesetas.
Paco, hizo sus cálculos, él tenía catorce cuadros así que ciento cuarenta millones de pesetas. Y esa buena noticia se le quedó clavada en la cabeza, como si ya tuviera el dinero en la mano: así de fácil.
Una mañana madrugó, ató con unas cuerdas los cartones y salió a la calle.
Paco con su bastón de invidente, primero se metió en el metro y luego recorrió tranquilamente los borbónicos paseos del Prado, hasta llegar al edificio del museo que no se sabe muy bien, tal vez porque nadie le había dicho lo contrario, él pensaba que tenía cúpulas doradas. Anduvo un poco perdido por allí, preguntó en una cola de gente con la que se topó que por dónde se entraba y como nadie le sabía explicar muy bien, él se las arregló para encontrar una puerta que, después de tocarla pudo comprobar, con admiración, la solidez de la madera, la riqueza de los ostentosos cuarterones y las preciosas cabezas de clavos que la decoraban, motivos suficientes para decidir que aquella era la entrada principal. Buscó, infructuosamente, un portero automático, un timbre o algo parecido y como no lo encontró decidió llamar con el enorme aldabón de bronce que una cabeza de águila pescadora sostenía en el pico.
Le sorprendió el enorme sonido de cañonazo que escuchó. Un relámpago metálico de reminiscencias sepulcrales que se infiltró en los corredores, saltó como un loco por los salones y retumbó en las cavernas y depósitos más recónditos del interior del edificio.
Estuvo esperando un buen rato; pero nadie acudía a la llamada. Como el bulto que llevaba bajo el brazo le pesaba insistió golpeando aquel monumental llamador que parecía que servía para abrir las puertas del infierno.
Finalmente pudo oír, después de mucho tiempo, cómo alguien trajinaba con cerraduras y pasadores, hasta que, finalmente, un sonido inviolable acompañó la apertura de la poterna por la que paco sintió que salía como corriendo el olor de la humedad almacenado desde época antigua, pensó : así huele la celebridad.
Paco no lo pudo ver, pero el gesto del ujier que abrió la puerta era una mezcla de asombro y de ingenua incredulidad. Nadie, desde por lo menos la revolución, había llamado a aquella puerta; pero simplemente dijo.
- Hola, qué deseaba usted.
Paco imaginó que aquel que abría, al ser guarda o cuidador de un museo tan reputado, se presentaba ante él con un uniforme lleno de entorchados, chalinas, tibio pañuelo de cuello en organza, guantes finos, coronas y bordones enluciendo los botones de oro, botas altas y cabeza cubierta por tiara como la de los coraceros de Napoleón, como así recordaba haberlo visto en un cromo de una colección que él hizo cuando era un niño, por supuesto, antes que lo de su enfermedad.
Paco, con un gesto solemne y medio trágico, levantó el cartapacio y dijo.
- Vengo a vender esto
No dijo más. Estaba convencido de que en aquel lugar donde estaban los cuadros más famosos del mundo, lo normal es que todo el mundo entendiera de lo que se trataba y no había nada más que decir. Por otra parte lo que estaba sucediendo corroboraba la opinión, de que todo aquello era cosa natural.
El asombrado conserje se hizo a un lado permitió la entrada del hombre que con su bastón, como si fuera un largo dedo de libélula, reconocía el sólido pavimento de mármol, y por el eco de su sonido imaginó un altísimo salón lleno de columnas dóricas y jónicas, de ricas estatuas posadas por allí de cuando Roma, tal vez también desnudos de afroditas – interpretación que, por cierto, se ajustaba bastante a la realidad-
Tomó asiento en un diván de terciopelo que se ofreció en una pared y mientras escuchó al servicio entorchado ir en busca de “alguien” se percató de que no llevaba ninguna bolsa donde guardar el dinero que le iban a entregar y esto le preocupó por un momento.
Paco apretó contra su corazón el envoltorio. De repente le asaltó la duda de que si hacía bien desprendiéndose de sus cuadros; pero al instante rechazó el pensamiento egoísta por un deseo mayor de que las gentes del mundo, las de aquella fila en la entrada que el imaginaba de kilómetros de longitud, tuvieran la oportunidad de contemplar aquellas maravillas que él, desgraciadamente, no podía más que imaginar. También pensó lo que iba a hacer con el dinero. Bueno no lo pensó porque ya lo tenía pensado, más bien se reconfortó en el pensamiento. El dinero iba a ser utilizado para la compra de una finca, del tamaño de Guadalajara, donde pensaba introducir animales en vías de extinción. Tan nobles reflexiones tuvieron el efecto de no sentir cómo desde diferentes partes del gran salón había gente, cabezas o perfiles, que se asomaban y desaparecían entre contenidas risas y, parecía, alborozo general. Finalmente, unos nuevos pasos llegaron hasta él y, en esta ocasión, un funcionario, que Paco tomó por el director del museo, le rogó que le acompañara. El viaje hacía el despacho fue inolvidable para paco, porque el funcionario parco en palabras no podía por menos que ir salmodiando las salas por las que pasaban.
- Esta es la Goya… esta es la de Velázquez… aquí primitivos italianos… aquí Bosco.
Paco con su bastón táctil intuía la riqueza y maravilla que por doquier almacenaban las paredes.
El paseo cultural terminó frente a un despacho, una vez dentro el funcionario se interesó por el paquete que transportaba. Lo desenvolvió, quitó el papel de estraza de unos almacenes que ya no existían, y fue mirando uno por uno los cartones. Finalmente dijo.
- Esto no vale nada, son láminas.
Paco volvió otra vez sobre sus pasos, recorrió los salones de Goya, de Velázquez , de los primitivos, volvió al salón de las columnas, volvió a escuchar el descorrer de los pestillos y pasadores giratorios de bronce de las puertas y, casi sin enterarse, se encontró en el exterior. En las proximidades al museo encontró un lugar donde sentarse. No se dio cuenta, pero estaba en el basamento de la estatua de un insigne pintor que le miraba con ojos de calculada ira.
Francisco Expósito, ciego y de Granada, dejó el paquete junto a él y ni siquiera se asombró por lo que había pasado. Unos turistas que en ese momento pasaban le pusieron una moneda en la mano. Eran cien pesetas que paco se apresuró a meter en el bolsillo.

miércoles, 14 de abril de 2010

HAMBRE DE LIBRO ( PARTE 5 ) . INUSITADO RETORNO. UNA VISITA EN EL TIEMPO. EL MISTERIO DEL LIBRO CARNIVORO

Habían decidido el retorno al hotel donde se hospedaban cuando, al pasar por una especie de travesía en la que se encontraba una antigua edificación con trazas de haber sido reformada, Basilisa, como herida por un rayo, cayó de rodillas al suelo y se quedó allí, temblorosa como si las ondas procedentes del pasado fueran de una magnitud como no habían visto en todo el tiempo de la ronda.
En esta posición comenzó a susurrar unas palabras, como una cantinela absurda, que luego se convirtió en un monólogo incoherente...
- Veo un libro sobre un gran pedestal. Esparcidos por el suelo, en una estancia donde sólo se encuentra una mujer en hábito que llora y reza arrodillada en un reclinatorio por el que trepa una hiedra espesa y negra como si se tratara de la pared de un cementerio. Hay muchos huesos esparcidos. Son huesos grandes y también pequeños. El libro se abre y se cierra solo haciendo un ruido de tumba.
Al escuchar estas palabras, el profesor de historia que, hasta el momento, había guardado una reserva escéptica empezó a demostrar un interés inusitado por el monólogo telepático que estaba escuchando.
- El libro que está sobre el pedestal -siguió hablando místicamente Basilisa- se escribe solo. Las letras son de sangre y de uno de sus laterales sale una lengua de seda a la que ha crecido una espesa barba que cuelga del libro como un musgo ciego y negro. También hay una sombra -aseveró la voz - que entra por una ventana, es una sombra de un varón santo que golpea el suelo con un bastón de peregrino y grita el nombre del señor altísimo, rey de los cielos y de la tierra, en varias lenguas incomprensibles...
Y aquí la maga, que pareció desconectarse del eco esotérico, se calló. Vuelta del trance, explicó a los del grupo que la visión había sido de una gran intensidad.
Celestino, impresionado, comentaba que aquello había sido una prueba irrefutable de que la historia y las emanaciones de la historia eran como un eco que tuviera respuesta en una existencia real, una existencia de una manera diferente e incomprensible, pero existencia al fin y al cabo. Hablaba Celestino de los tiempos convergentes y de la relatividad de la existencia y todo el grupo asentía a sus palabras mientras regresaban, finalmente, al hotel.
El único que permanecía callado, mientras los demás comentaban excitados el acontecimiento, era el historiador sumido en una profunda cavilación.
Una vez llegaron a las puertas del lugar de descanso y antes de subir cada uno a sus habitaciones, el profesor, en un aparte, le dijo a Celestino que tenía algo importante que comunicarle. Así que un poco más tarde y en el cuarto del organizador, ambos hombres se reunían secretamente.
- Amigo mio, estoy dispuesto a escuchar lo que tengas que decirme.
Celestino lo dijo en el tono que hubiera empleado un confesor, en algo se tenían que notar sus años de estudio en un seminario.
- Como ya sabes, he asistido a lo de esta noche porque tú me lo pediste. Conoces lo que pienso sobre la paraciencia y sobre los fenómenos paranormales -dijo el profesor-. La verdad es que estaba convencido de que todo lo de esta noche..., el paseo mágico, la telépata y sus revelaciones, no eran más que una especie de montaje. Todo lo que contaba eran cosas que cualquiera puede saber, cosas que se encuentran en cualquier guía para viajeros de la ciudad.
- Y qué es lo que te ha hecho cambiar de opinión, ¿ si puede saberse ?
- No es que yo haya cambiado de opinión sino que ha sucedido algo extraordinario, fuera de los límites de lo comprensible. Ha pasado algo, realmente, que me ha dejado perplejo. Sucedió en el momento que Basilisa habló frente a aquella casa, en el corredor, de un libro que se escribía por si solo y todo lo demás... Bueno, te he de decir que estaba contando, desde su alucinación, algo que es imposible que nadie sepa, que nadie conozca salvo yo. Se trata de un curioso asunto que llevo estudiando hace bastantes años. Te voy a contar la historia de ese libro que Basilisa ha visto en sus sueños telepáticos. Lo que sí te voy a rogar es que me des tu palabra de honor de guardar absoluto silencio sobre lo que te voy a contar.
- Hombre, eso no hay ni que decirlo, tienes mi palabra; pero te ruego que comiences ya la historia que me muero de ganas de escucharla.
Entonces, el profesor comenzó a contar la siguiente y portentosa historia. (CONTINUARA)

martes, 23 de marzo de 2010

HAMBRE DE LIBRO - 4 - PEREGRINACION NOCTURNA. EL PROFESOR DE HISTORIA Y LA MAGA. NUEVAS MANIFESTACIONES ESOTERICAS. EL VUELO DE LA MANO .

Celestino, para la ocasión, había invitado a un catedrático especialista en historia local toledana.
El grupo, escaso y selecto, se reunió a la entrada del Nuevo Puente de San Martín. Desde este punto, Basilisa se dirigía, guiada por las oscilaciones de su sensibilidad, sin rumbo fijo por las viejas calles de la ciudad.
Nada más emprender la marcha Basilisa tuvo que esperar pues era imposible concentrarse ante la llegada de un grupo que, ruidosamente, pasaba en aquellos momentos. Un guía turístico iba al frente del rebaño contándoles las excelencias del lugar siguiendo el programa de un paseo romántico nocturno.
El cortejo turístico parecía que iba en un estado de alegría desbordante después de una cena medieval interrumpida, en medio de las libaciones de sangría servida en rústicas jarras de barro, por un grupo de personajes disfrazados de caballeros medievales que justaron resueltamente entre ellos dando y recibiendo mandobles con todo tipo de artefactos bélicos; mazas de guerra, tizonas de acero bruñido.
El grupo de turistas, algunos armados con picas, ballestas y espadones, engalanados con yelmos y escudos ajedrezados con un cardo rampante, adelantó al de Celestino y los suyos.
El guía turístico les iba recitando su acreditada salmodia de lugares comunes...
- Toledo es la ciudad más bella de España. Es el más rico florón de su corona. Es el relicario donde se guarda mejor la gloria del pasado. es el joyel más repleto de maravillas. Cada piedra de sus muros lleva escrito el recuerdo de una epopeya...
La palabra epopeya se quedó prendida en el oloroso aire de la noche y mientras las pisadas del grupo y su cantarín explicador eran tragados por una pendiente, los iniciados retomaban su marcha por las tortuosas calles iluminadas estratégicamente por faroles que daban la apariencia ambiental de una película en blanco y negro del mejor cine neorealista.
Basilisa abría la marcha con los ojos cerrados y los brazos extendidos, como buscando con las manos abiertas al espacio las oscilaciones magnéticas del pasado. Su caminar, sin rumbo, estaba guiado por sus poderes telepáticos. De esta manera, se andaba y se desandaba, se subía y se bajaba, se daban vueltas y se paraba; unas veces delante de alguna casa singular; otras, en alguna encrucijada de calles recoletas que parecía atraer la atención plasmática de la maga, como si las pulsaciones magnéticas que recibía fueran más fuertes en unos lugares que en otros.
Habían transitado de esta forma algún tiempo cuando Basilisa se puso delante de una pequeña casa con soportales de madera, en este punto se quedó como extasiada y mientras su cuerpo vibraba de una extraña forma comenzó a hablar de manera sibílica:
- Aquí veo una cabeza rubia y una morena. Un grito que se lo lleva un pájaro en el pico y una mano que resbala por la puerta, una mano cortada que cae al suelo, una mano llena de pelo que tiene las uñas tan largas como la muerte...
El grupo impresionado ante la revelación aterradora guardaba litúrgico silencio.
Celestino interrogó con la mirada al especialista en historia quien no parecía encontrarse demasiado impresionado por lo que había escuchado.
- Bueno -dijo el experto-, existe una vieja leyenda morisca de dos hermanos que pelearon entre ellos por culpa de un halcón...Dicen que sucedió aquí mismo. Uno de ellos que sujetaba al animal recibió una estocada que le dejó sin mano...La leyenda cuenta que el pájaro salió volando con la mano arrancada. Pero, en fin, es una de esas leyendas populares de las que hay tantas en Toledo y que todo el mundo conoce.
- ¿ Qué historia tan romántica ? -exclamó Felisa - Y por qué la mano tenía tanto pelo -interrogó al erudito local.
- Yo aquí, he venido como una especie de abogado del diablo - se defendió el profesor- y quiero decirle a Basilisa que yo no tengo nada contra ella... Pero, me resisto a que la historia sea un acontecimiento sobre el que se pueda especular... Si no os dijera esto, creo que me estaría traicionando a mí mismo y que os estaría engañando a vosotros.
- Pero, ¡ querido profesor ! -terció Celestino - por supuesto que aquí todos valoramos y comprendemos su cometido...Y, contestando a la malvada Felisa, sobre su comentario a lo del pelo de la mano he de decir que en aquella época las manos de los caballeros, y en general de todo caballero, eran más parecidas al oso que a Fabila.
El grupo rió la chanza de Celestino y de nuevo se puso en marcha comandado por la vidente. Así, fueron pasando por numerosos edificios, calles, travesías, correderas, cavas, callejones y plazuelas todas ellas encantadoras.
Alguna vez la voz de Basilisa tremolaba en el aire dejando escuchar sucesos ocurridos en los tiempos pasados. Historias que tenían que ver con caballos que se ponían de rodillas delante de la sagrada custodia, misterios de sangre, incendios y desgracias, asesinatos, amantes suicidas, alquimistas en su sueño loco de conseguir la posesión de la sublimación y otro sinfín de sucesos y calamidades que hicieron teñirse la noche de un velo rojo.
El historiador no daba muchas señales de tomar en serio aquellas historias, y cada vez que la voz misteriosa de Basilisa levantaba el velo de Isis con alguna leyenda de milagros y de pozos de sangre, de historias de judíos y de tesoros ocultos, el especialista las remataba explicando que eran leyendas conocidas por todo el mundo, historias populares que todos sabían y que solían venir en los libros turísticos.
Celestino objetaba a todo esto que Basilisa era la primera vez que pisaba Toledo y que por lo tanto no podía conocer ni localizar los lugares exactos que tenían algún interés legendario.
El grupo, a estas alturas del recorrido, se encontraba muy cansado y era ya poca la atención que se prestaba a los gestos y palabras de la vidente, como cuando en un circo los espectadores cansados de ver tragadores de sables, lanzadores de cuchillos y domadores de fieras les pareciera la cosa más natural del mundo los triples saltos mortales que los acróbatas ejecutan en el cielo de la carpa. La propia Basilisa hacía rato que caminaba normalmente y ya eran muy poco los lugares que motivaban el trance profético.
(continuará)

sábado, 13 de marzo de 2010

HAMBRE DE LIBRO 3 - ESOTERICOS EN BUSCA DE LA FELICIDAD. CELESTINO Y BASILISA, UNA RELACION ASTRAL. COMIENZA LA CONVENCION. TELEQUINESIA RETROSPECTIVA

Celestino poseía el don de la conversación. Celestino contaba, de esa manera maravillosa que tienen los conversadores vocacionales, a las señoras del coche algunas de las experiencias que en el terreno de lo paranormal había tenido a lo largo de su vida. Experiencias que abarcaban tanto el campo de los visitantes extraterrestres, levitaciones, misas negras, apariciones de entes y de fluido inmatérico...
Ahora, se estaba dirigiendo, con la confraternidad que genera el pequeño espacio de un automóvil, a Basilisa.
-Has hablado muy poco y yo creo que lo que tratas es de que no sepamos los poderes sensoriales muy notables que tienes...No sé si sabrás que Mariano Refractario -personaje muy conocido por un programa nocturno de radio - siempre dice que no conoce ningún telépata, ni siquiera ningún osciolentista que te llegue ni a la punta del zapato.
Basilisa enrojeció de rubor por un momento, ella nunca quería hablar de aquellos extraños poderes que tenía. Aquellos efluvios incontrolados que repentinamente le invadían ya desde que era niña. Tal vez fuera que no quería que se repitiesen los viejos sucesos de su infancia, esa sensación que acaban teniendo todos aquellos que no se ajustan al patrón medio de las gentes. Nunca llegó a conocer los mecanismos que regían las intuiciones sobre el suceder; pero aquella especie de poder no le habían traído más que problemas en su vida. Ya se sabe...En los pueblos este tipo de cosas se miran muy raras, y su propia familia la llevó a un convento después de que adivinara la llegada al pueblo de la sobrina del molinero que se había marchado un buen día y de la que no se había vuelto a tener noticias. No habían vuelto a saber nada en veinte años, ni una sola señal de que estuviera viva o muerta.
Estaban sentados a la mesa el día de la celebración del patrono, el agrícola San Roque, estaban reunidos vecinos y familiares, algunos desplazados de los pueblos de los alrededores. Basilisa se había levantado y había dicho como si cualquier cosa: "Por el camino viene Ana -que así se llamaba la desaparecida- y trae una maleta roja muy pesada con la que casi no puede".
Y se rió como si la hiciese gracia la imagen que veía de la mujer tirando de la maleta con todas sus fuerzas por el polvoriento camino que unía el pueblo con la carretera.
Los comensales se quedaron mudos ante aquella ocurrencia disparatada de la niña. Pero al asombro sucedió la incredulidad cuando por los ventanales del comedor donde se encontraban, que daban a la plaza del pueblo, vieron aparecer a una joven vestida con traje de ciudad que tiraba fatigosamente de una maleta roja.
En el convento las cosas no fueron mucho mejor y sus dotes proféticas despertaron el recelo envidioso de algunas monjas que no aceptaban que los dones surgidos de la impetración y del sacrificio llegaran de forma tan sencilla, y no la dejaron vivir tranquila.
Así que sus poderes siempre habían representado un rosario de amargas dificultades. Habían llegado a representar una especie de vergüenza, hasta que todo aquello lo convirtió en una profesión, una profesión lucrativa.
Era por lo que Basilisa gustaba de personas como Celestino, personas que comprendían con toda normalidad los recónditos pasillos y rincones de las almas diferentes.
- Si os parece , dijo, Cuando se hayan marchado todos los invitados al Congreso, en la noche de clausura, podemos realizar una experiencia de telequinesia retrospectiva... Pero tenemos que ser muy pocos...Los que estamos aquí y alguno más que tú Celestino tengas interés en que asista.
Celestino recibió estas palabras con mucha alegría. Él había estado esperando mucho tiempo tener la posibilidad de presenciar los famosos poderes proféticos de la pitonisa.
- Pero qué me dices...No sabes lo feliz que me haces. Si no te importa déjame prepararlo todo...De verdad que me siento ilusionadísimo..."realmente", cada vez que pienso en la intensidad que el pasado tiene en la atmósfera de la ciudad mágica, y lo que tú puedes registrar, se me ponen los pelos de punta.
Y, mientras en el interior del turismo ya no se hablaba de otra cosa que de la próxima experiencia transportativa y oracular por las nocturnas calles de Toledo, el vehículo ganaba las primeras calles de la ciudad donde un gran cartel engalanado con guirnaldas tipográficas y banderas provinciales, regionales, autonómicas, nacionales e internacionales saludaba a los recién llegados:
" PRIMER CONGRESO MUNDIAL- TOLEDO, ENCRUCIJADA DE CULTURAS"
Comenzó el congreso.
Celestino estuvo aquellos días "realmente" ocupado. A lo que era estar al tanto de las conferencias que se iban celebrando, las reuniones y las mesas redondas, siguiendo las características del programa, tenía que atender a los medios de información. También tuvo que resolver el problemas que se planteó con el obispo católico que se negó a estar en el mismo plano que el representante del judaísmo, de un lama tibetano y de un hechicero de una tribu del centro de Africa.
El obispo romano acusó a los organizadores de ser adoradores de satanás y al congreso de apestar a dualismo herético.
La polémica era peligrosa, porque podía significar que los nutrientes que tenían que proceder de los organismos oficiales, de la banca privada y de varios comerciantes de electrodoméstico y una industria farmacéutica, pudieran verse resentidos con la polémica.
Felizmente, todo pudo arreglarse gracias a la habilidad de Celestino que decidió invitar a un representante de la Compañía de Jesús y a un fraile Dominico, quienes aceptaron encantados, sobre todo después de que Celestino insinuara al jesuita la posibilidad de ocupar una plaza de profesor de instituto y al fraile el encargo de realizar un guión para la televisión sobre la orden Dominica y la conquista de América.

Se sucedieron las jornadas del congreso con gran éxito y la convención se cerró con una cena multitudinaria a la que acudió lo más granado de la ciudad. Poco después, un microbús salía camino de Barcelona y un autobús camino de Bilbao; pero los que habían llegado en el gran turismo no se marcharon, no se marcharon porque a ellos les esperaban acontecimientos únicos, les esperaba el viaje nocturno que iban a transitar dirigidos por la maga Basilisa, el recorrido hiperbólico y telúrico por las calles de Toledo en busca de las pulsaciones magnéticas guardadas en el cofre sellado del pasado.