lunes, 28 de septiembre de 2009

PLAYAS DEL PLEISTOCENO (SUCEDIO DE VERDAD) 4 Y ULTIMO -dedicado a todos los antropólogos-

Los trabajos dieron comienzo.
Primero, se limpió toda la terraza de la antigua playa; más tarde, se precisó con señalizadores y estacas de color el lugar preciso para acometer la excavación.
El trabajo fue lento y fatigoso; no porque el terreno fuera duro, al contrario, había que limpiar, rastrillar y peinar las arenas con todo cuidado y paciencia.
Quedó excavada, de esta forma, una zanja de cuatro metros de lado y de un metro de profundidad. Cuando llegamos al estrato inferior, encontramos un material de mayor resistencia, una especie de capa de silicatos endurecidos que tenían la consistencia de un ladrillo crudo.
Si alguien hubiera observado nuestro trabajo en aquellos días. tal vez, le hubiéramos parecido un extraño grupo de adultos jugando en la playa con nuestro instrumental compuesto de pequeñas azadas de mano, rastrillos, cepillos y hasta cubos y palas.
Tardamos todavía tres días más en alcanzar la profundidad suficiente para colocarnos en la posición del hallazgo. Pueden imaginarse, para entonces, la tensión que manifestaba el grupo y la emoción inenarrable que pudimos sentir cuando entre nuestras manos se fue configurando un cuerpo entero, el cuerpo entero fosilizado de un hombre la la prehistoria. Resultaba increíble pensar la forma en que había podido producirse aquella mineralización prodigiosa. Un hombre con una apariencia anatómica absolutamente igual a la de cualquiera de nosotros permanecía allí, en el fondo del pozo excavado con los brazos cruzados bajo la cabeza y las piernas flexionadas, una encima de la otra.
(una especie de suspiro de emoción corrió entre las filas de los asistentes)
Para entonces -continuó el orador- el mundo científico se encontraba pendiente de aquella excavación. El descubrimiento del hombre fosilizado se propaló con extrema rapidez. Instituciones, academias, revistas especializadas y periódicos de información general se hicieron eco de la milagrosa aparición de un hombre petrificado y completo de una edad, como pronto se supo, aproximada a los tres millones de años.
Desde entonces, nuestro Homo Virgiliensis tiene algunos años más...como todos nosotros -risas entre el público-. En este paréntesis de tiempo se han hecho todas las especulaciones posibles, se han barajado todas las hipótesis. No faltó ninguna eminencia en el campo de la antropología científica que no diera su parecer, no hubo intelectual, periodista, mago o futurólogo que no realizara su propia interpretación, que iban desde las más peregrinas y fantásticas, hasta las más sesudas y complicadas; desde la más disparatada como la que propaló un grupo de seguidores de las teorías ovnis que defendió que no se trataba de un humano sino de un visitante extraterrestre perdido.
Pero muchos de ustedes se estarán preguntando...¿ qué era lo que pensaba realmente su descubridor, el Doctor Virgilio ? Y se lo estarán preguntando porque mucho se ha comentado del silencio que siempre mantuvo con respecto a su opinión verdadera sobre el descubrimiento. Pues bien, hoy y ante ustedes me gustaría desvelar dicho misterio.
(murmullos de expectación entre el público, carraspeos y toses discretas)
A la excitación de los primeros momentos dio paso una extraña segunda fase; una extraña segunda fase, podríamos decir, en la que el profesor cayó en un mutismo completo.
Recuerdo, que el profesor se pasaba horas mirando a aquel hombre tendido en la playa del principio del tiempo. A veces murmuraba cosas, un soliloquio casi inteligible; pero nunca nos hizo partícipes de sus pensamientos, aunque, como es natural, nosotros se lo preguntamos muchas veces. Se volvió taciturno, como un extraño, ni siquiera ofreció resistencia cuando una universidad americana consiguió llevarse el hallazgo.
Tiempo después, se publicó el ya famoso ensayo sobre la idea del hipersalto evolutivo. Yo, entonces, partidario de dicha teoría, exponía al profesor Virgilio mis puntos de vista llenos de pasión..Yo le hablaba de que en las cosmogonías antiguas el hombre consideraba el agua como un elemento con vida propia...La creencia en una afinidad o en una correspondencia, si se quiere, entre el agua, ente deífica, y el hombre; formando ambos una dualidad de intermediación. Era algo comprobado para mí, el agua sometida a un proceso de simbolización , confluía en una idea tridimensional del mundo: el aire , el agua y la tierra eran los elementos de una cosmogonía mágica. Por lo tanto, yo estaba convencido de que la postura del hombre petrificado respondía a una pautación simbólica de esta relación geométrica, paradigmática y ambivalente. El hecho causal de aquellos brazos enhebrados detrás de la cabeza y las piernas cruzadas, en un simbólico acto de protección, no eran ni más ni menos que un acto mágico, un acto de rezo, un intento de comunicar al hombre con la dimensión tripartita...En definitiva, aquel hombre simbolizaba mágicamente la idea del laberinto. -el orador tomó resuello y aprovechó para tomar otro sorbo de agua. Los espectadores parecían asombrados y aún hechizados por aquellas palabras y permanecían en un sagrado silencio como si algo tuviera que ocurrir-
Yo no tenía duda -prosiguió el orador- de que aquel hombre, registrado por la propia tribu como un ser diferente, ya que nadie se le podía parecer al tratarse de un hipersalto evolutivo, fue entregado por el clan como un sacrificio cósmico a la entidad geométrica y dimensional. El exceso de agua emergente, de esta forma, aceptando el sacrificio, correspondía a los seres humanos con el mantenimiento armónico de la geometría de la nada. Aquel ser, visto como prodigio, exacerbación del grado de diferencia, funcionaría como un sacrificio simbólico, un protector de aguas, un signo de holografía en la secuencia de determinación cosmogónica de las entidades primordiales.
(una atronadora ovación premia al orador, que no tiene más remedio que levantarse y saludar al público)
Pero todas estas reflexiones - continuó- , que yo proponía resbalaban en una máscara burlona que el profesor Virgilio anteponía a estas verdades científicas.
Recuerdo, que un determinado día, tratando yo, como siempre vanamente, de influir en el profesor le dije.
- Usted, profesor, siempre sonríe cuando yo le explico la teoría del "Acta de sacrificio"; pero, en realidad, ¿ qué piensa usted que puede significar un hombre con los brazos y piernas cruzados mirando hacia el infinito del mar hace tres millones de años ? .
Y, entonces, él, por primera vez, me respondió...He de advertirles que en aquel tiempo el pobre profesor tenía sus facultades mentales bastante deterioradas; por su propio bien hubo que apartarle de la actividad docente, y ya sólo se dedicaba a vegetar en su domicilio. Bueno, pues entonces, me dijo completamente fuera de sí, casi gritándome, casi escupiendo las palabras, mientras movía los brazos frenéticamente y daba puñetazos contra la mesa.
- ¡ Joven ! ¿ Quiere saber lo que pienso ? ... ¿ Realmente quiere saber lo que pienso ?...
Yo, he de reconocer que estaba un poco asustado por el aspecto del profesor; la mirada encendida, el pelo casi de punta, sus gestos convulsivos y furiosos...
- Pues bien - bramó el profesor- se lo voy a decir...Hace tres millones de años, si ese experimento de la lejía o del carbono o como quiera llamarlo tiene razón, un hombre exactamente igual a cualquiera de nosotros se fue a una playa. En esa playa decidió tenderse...Se tendió boca arriba con la esperanza de disfrutar de un rato de tranquilidad y de sol, y hasta pensó en tomarse un baño...como lo hubiera hecho cualquiera de nosotros.... El hombre cruzó sus brazos cómodamente por detrás de la cabeza, como si fuera una almohada, ¡ Sabe.... lo entiende ! Como una almohada, y también acomodó las piernas, de la misma forma que hacemos cualquiera de nosotros cuando estamos en la playa...Las olas del mar golpeaban pacíficamente en la primera línea de agua, hasta se podían escuchar los gritos de las aves volando. Nuestro hombre... su hipersalto evolutivo...se quedó dormido en aquel benéfico lugar ¿ me puede entender ?... Se quedó dormido bajo el sol mientras una suave brisa proveniente del mar le aliviaba del calor, de ese mar que luego se convirtió en roca y en montaña. Y sabe qué pasó más tarde...Pues bien, aquel hombre de cincuenta y tantos años de edad sufrió un paro cardiaco..¡ Me ha entendido ! Un paro cardiaco que le quitó la vida sin que llegara a enterarse...Luego ocurrió que, como por milagro, el aire que soplaba le cubrió de arena o le cubrió de algas o de vegetación marina de las que ya no sabemos nada. Su familia y amigos, que no sabían dónde estaba, no pudieron encontrarle, y el rastro de aquel hombre despareció bajo la brillante arena mientras la Historia pasaba por encima. Y mientras tanto, por efecto de algún raro proceso químico, el cuerpo se mineralizó sin llegar a descomponerse. ¿ Pregunte, si está interesado, a cualquier sepulturero, cuántos cadáveres acaban momificándose en un cementerio ?, Finalmente, con el transcurrir de los siglos se hizo de piedra. ¿ Sabe usted -me dijo mirándome con aquellos ojos enfermizos- lo que era su maldito "Acta de sacrificio " y su "hipersalto evolutivo"... ¿Quiere saberlo ? Pues bien, su hombre... su sacrificio de aguas...su paradigma de la cosmogonía geométrica...era un bañista.
Un bañista , tomado el sol en una playa del pleistoceno.

1 comentario:

  1. Aunque la fórmula de partir los relatos no sea maravillosa, Balsemana te pide, desde su columna asomada a las desgracias humanas, que juntes las partes separadas a modo de puzzle o de experimento científico a lo Frankestein.

    ResponderEliminar