viernes, 22 de enero de 2010

HAMBRE DE LIBRO - 2 - ( LUIS PINO HABLA DE LOS MISTERIOS DE TOLEDO. LOS DEL MICROBUS ADORAN SU TORNASOLADO MORENO. EL MICROBUS CAMINA HACIA TOLEDO.

- No os voy a contar ahora los misterios que encierra Toledo - dijo el presentador y talentoso esotérico al grupo del microbús - Vosotros, que muchos sois especialistas en la materia, sabéis de esto más que yo; pero quería comentaros que últimamente he estado investigando sobre un aspecto bastante poco estudiado, del que no hay abundancia de trabajos , me refiero a las cuevas de Toledo... Es tan interesante la materia que estoy preparando un libro; bueno, no os quiero engañar, el libro ya está escrito y a punto de ser publicado - guiñó a la concurrencia con complicidad.
El divulgador científico, con un moreno invernal adquirido en un reciente viaje a la isla de Pascua -donde había realizado un programa para la televisión- , lucía una camisa de seda cruda de Venezuela y unas gafas de cristales ahumados que completaban el aspecto caribeño que encontraban irresistible las mujeres que frecuentaban la vida del especialista
en ciencias ocultas, parasicología y vida inteligente fuera del sistema solar.
Alguien preguntó: - podrías contarnos algo de la Mesa de Salomón -
- Bueno - respondió Pino con satisfacción - lo que pasa es que "precisamente" - muletilla lingüística predilecta - sobre ese hecho es donde presento documentos más sorprendentes..."precisamente" he tenido la suerte de entrevistar a un testigo ocular de una desaparición producida sobre el mismísimo altar o Mesa; pero comprenderéis que no pueda ser más explícito... mi editor me mandaría a la otra dimensión.
Pino sonrió ampliamente ante algunas voces de protesta que se alzaron entre el pasaje del microbús.
- Pero lo que sí os voy a contar es una curiosa historia en torno a una torre encantada situada en el entorno de la ciudad que, " precisamente", he encontrado en un documento original de época y que tiene el encanto de las evocaciones románticas y, " precisamente", porque encierra unas cuantas variantes sobre el ciclo mítico de Don Rodrigo y la entrada de los musulmanes en España.
Luis Pino que , hasta aquel momento, había permanecido levantado se sentó, sin perder de vista a los viajeros, en el asiento del copiloto, y con el micrófono entre las manos se dispuso a amenizar el viaje relatando a la concurrencia la historia de la torre encantada de Toledo mientras el paisaje corría veloz por las ventanas del microbús.
- Es bien sabido que Don Rodrigo fue el último de los reyes visigodos en España hasta la invasión sarracena. Había
tomado el trono de Witiza y casó con la hija del monarca mahometo Abnehedin, la llamada Zara, una joven de oriental belleza...
La historia que contaba Pino parecía que pasaba a la misma velocidad que el paisaje que discurría a través de los cristales.
...Zara, la joven, y la nave anclada y la tormenta que la llevó arrastrando y el enamoramiento de Don Rodrigo y, luego, Florinda ultrajada por el rey y la entrada de los moros y entre los moros, Muza y Tarif, el de Damasco, y el arzobispo Torizo de Toledo y lo que indicó el rey sobre las riquezas de la torre y de cómo conseguir las riquezas y de cómo era la cueva y del monstruo espantoso y del autómata gigante que hendía el aire con la maza y los cerrojos y las cadenas y, luego, las leyendas y las escrituras y los jeroglíficos: el que abriera obtendrá bienes y obtendrá males y, luego, lo que pasó fatalmente y los sarracenos invadieron y saquearon y la reconquista...
Mientras los ocupantes del microbús se entretenían con las historias de encantamientos que recitaba Pino, otras conversaciones no menos interesantes, se comprenderá, se desarrollaban en el gran turismo a cuyo volante iba la intrépida Eulalia enarbolando un pañuelo rojo, ceñido al cuello, cuyas puntas volaban libres al ritmo del aire que entraba por la ventanilla abierta haciendo el ruido de un abejorro volante. Un olor serrano a jaras y encianas chaparras y a olivos que poblaban el paisaje en tránsito llenaba de esencias el automóvil, mientas que en las prominencias de los cerros y motas se podían ver algunos molinos desarbolados de sus antiguos grandes brazos y de sus velas blancas.

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