jueves, 26 de febrero de 2009

EL BOCADO DE ADAN (RELATO SOBRE LA INCONSTANCIA DE LOS MAPAS)


EL BOCADO DE ADAN
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Era aquella una región singular. De repente, salía una montaña, donde nadie esperaba que saliera una montaña; un río, de pronto, cambiaba su curso y se iba a hacer su recorrido al Este, cuando siempre lo había hecho al Oeste.
Los propios habitantes eran muy aficionados a cambiar de nombre las cosas. Todos los años había nuevos nombres para las ciudades, para los accidentes geográficos: lagos, cordilleras y los propios mares. Y esta forma de ser los identificaba más que ninguna otra cosa.
Todo esto, que a un nivel general no tenía gran importancia, suponía, sin embargo, un gran quebradero de cabeza para algunas instituciones; particularmente, para el departamento cartográfico y geográfico, y para las escuelas públicas de enseñanza. Los primeros tenían que estar continuamente fabricando mapas nuevos donde se recogían las novedades; y, no sólo, confeccionarlos, también tenían que distribuirlos por cada oficina regional, ayuntamiento, despacho y oficina; en fin, por todos aquellos sitios que necesitan tener un mapa.
El problema de las escuelas era diferente. Año tras año y a veces dos veces al año, los alumnos tenían que aprenderse los nuevos nombres de los ríos, en su caso, de las desembocaduras, de afluentes, penínsulas y de las nuevas montañas.
Los encargados del reparto de mapas, por cierto, después de pedir permiso a la maestra, habían entrado en la clase para recoger el mapa antiguo, un mapa mural desenrollable, colgado en la pared junto al encerado y a la tarima de la profesora, y al colocar el nuevo mapa dejó en la clase un agradable olor a tinta y a barniz.
La maestra echó un vistazo al nuevo mapa y con la ayuda de un puntal fue repasando para sí las novedades que se advertían en el plano; las recorrió y las memorizó con suma facilidad. Como el mapa no era humano sino físico, la maestra comprobó que la única novedad consistía en un valle que había sido invadido por las aguas del mar. La nueva configuración de abruptos acantilados habían formado una especie de círculo de entrantes y salientes que parecían, pensó la maestra, más una dentellada que un Bocado de Adán, que era el nombre con el que había sido bautizado el nuevo accidente geográfico.
La maestra sacó a uno de sus alumnos y le hizo varias preguntas sobre nombres de regiones naturales, de lagos, de algún volcán, de la capital de algún sitio que nadie iba a visitar nunca en su vida, de alguna península y de cabos y golfos y de islas y mesetas y selvas y desiertos; hasta llegar al nuevo emplazamiento surgido por la invasión del mar. Entonces, la maestra, interrogó al niño sobre el nombre que tenía aquel lugar y, claro, el niño calló y miró al suelo, como es costumbre. La maestra, entonces, explicó, justificando la ignorancia del alumno, que aquel sitio era nuevo y se llamaba el Bocado de Adán...La clase repitió a una sola voz:¡ el Bocado de Adán ! Y el nombre de nuestro primer padre se sostuvo, unos instantes, en el aire, como el trino de un pájaro.
El alumno, que hasta aquel momento, mantenía la cabeza baja mirando con toda atención ese otro gran mapa del mundo que es el suelo, levantó la cabeza y preguntó por el motivo de que se llamara así. Y la maestra volvió a llevar el puntero a aquel lugar y explicó...

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